martes, 23 de julio de 2019

CHERNOBYL. Por Małgorzata Wołczyk.

Si les interesa el punto de vista de alguien que sobrevivió al desastre de Chernobyl tras el telón de acero, que estaba viviendo a tan solo 550 km de la central nuclear (es una distancia igual a la que hay entre Madrid y Santiago de Compostela), préstenme un poco de atención, por favor. 
Yo era entonces una alumna de la escuela primaria en Krasnystaw, acostumbrada a que había que vivir en un mundo construido totalmente de mentiras. Mi familia había sufrido mucho por los comunistas soviéticos, pero en mi escuela siguieron diciéndome que el comunismo era un sistema ideal y que Polonia nunca tuvo mejores amigos que los liberadores de la URSS. Me lo tomaba como un cuent
o de hadas (de hadas muy locas) pero con cara seria, para no revelar lo que ya sabía, lo que solía contarme mi abuela, ex prisionera del Gulag. Sus lágrimas y la tos eterna (sobrevivió, pero con un agujero en el pulmón) no tenían nada que ver con la visión de felicidad que me ofrecían la escuela, la televisión y los libros escolares. Además, siendo una niña viví el estado de la ley marcial en Polonia viendo los tanques en las calles, observaba de cerca la desesperación de la gente y escuchaba sus conversaciones sobre las tragedias humanas. Estaba acostumbrada a crecer en la creencia de que la muerte siempre viene del Este, tal era el destino de los polacos de al menos dos siglos.
Recordando el accidente en Chernobyl, me parece que entre los polacos bastante sensatos nadie estaba sorprendido. Estábamos acostumbrados a que la única cosa que podía ofrecer URSS era la destrucción, el sufrimiento y una gran selección de mentiras, aunque los rusos seguían presentándose como un "Gran Hermano" de Polonia. Fueron los suecos (nada de hermanos) quienes nos advirtieron de que el aire había sido contaminado y nuestra estación polaca de medición de la contaminación atmosférica anotó el 28 del abril de 1986 que la radiación nuclear en el aire era... 500 000 veces mayor a la habitual, pero los rusos se negaron a decirnos la verdad y continuaban el bloqueo de la información: habría que esperar hasta 3 días para enterarse por las fuentes oficiales de que algo había salido mal en el Reino de Bienestar Ruso.
El Gobierno polaco, obediente a las órdenes de Moscú, tampoco informaba a su ciudadanía. Como siempre, era un régimen tan corrupto que ante todo aquellos que tenían sus amigos y contactos en él podían disfrutar de buena salud. Gracias al médico, un amigo de mis padres que nos regaló la solución de Lugol (yodo), quizá yo no sufro hoy la enfermedad de tiroides que sufre (OS JURO) 2 de cada 4 de mis conocidas o amigas. Ese medicamento se lo empezaron a dar en Polonia a los niños menores de 17 años alrededor del 30 abril o mucho más tarde, como ocurrió en mi ciudad y con la condición de un chantaje: si vienes a participar en el desfile del 1 de Mayo (adorar al comunismo y al Partido Obrero Polaco) te van a proporcionar la solución de Lugol. Es decir, que en aquel tiempo a los niños del lejano Frankfurt se les había prohibido salir fuera de casa debido a la radiación, pero yo, una niña a 40 km de la frontera soviética, tuve que marchar en un desfile (lo que siempre duraba más de 5 horas) para obtener el medicamento (que por suerte tomé unos días antes en mi casa). Además de que la negativa a participar en desfile llevaba siempre a un castigo en la escuela. Probablemente así era en todos los países del bloque comunista. Daba igual lo que pasara con la salud del pueblo, lo que importaba era admirar el comunismo y a sus geniales fundadores.
Acabo de ver la serie "Chernobyl" y tengo que confesar que me encantó por varios motivos, aunque al mismo tiempo han surgido los malos recuerdos. Así que cuando leo la columna de Juan Manuel de Prada titulada “Chernobil”, mi irritación podría activar un nuevo reactor nuclear. ¿Qué es lo que sabe este eminente sabio de las antípodas de Europa Occidental, que pasó la mayor parte de su vida en una biblioteca, sobre lo que pasaba en los 80 en la Unión Soviética y en sus países satélites? ¿Está indignado por el "feísmo" de aquel mundo presentado en la serie, y no puede creer en "los personajes (tanto masculinos como femeninos) con una facha realmente horrenda"? Pero el mundo era precisamente así incluso en Polonia y qué decir en URSS (ejem, un mundo más asiático). Aún más, les juro que han embellecido aquel mundo, ya que era algo normal y habitual que la gente no tuviera dientes o que los tuviese de oro y plata (un fenómeno muy de moda entre la gente del Este de aquel tiempo). ¿Alguien de ustedes ha visto a unas mujeres que tenían casi todos los dientes de plata, salvo tan solo 2 o 4 suyos en frente? Yo sí, viajando por Ucrania en 1988. ¿Un hombre promedio inmerso en un mundo carente de los productos absolutamente básicos, pero abundante en vodka y cigarrillos, aquel hombre de verdad tenía la posibilidad de ser guapo?
"Pero lo cierto es que cuando se produjo la catástrofe de Chernobil el sistema soviético ya estaba siendo desmantelado", dice de Prada. Vaya, ¿cómo pudo saber eso si el último tanque ruso abandono mi país 7 años después de Chernobil? Y otra perla del pensamiento: "como si las burocracias del "mundo libre" actuasen de un modo distinto"... Ah, seguro: ¿alguien me puede recordar los campos de detención para disidentes y periodistas desobedientes, algún Gulag del liberalismo? ¿Y también los hospitales psiquiátricos estaban llenos de gente que eligió decir la verdad en vez de mentir? ¿Cuántas checas había creado el mundo liberal? Que el actual sistema de democracia liberal tiene muchos defectos- sin duda, que las elites de izquierda lo han hecho casi insoportable- está claro, pero CUIDADO con las comparaciones. El antropólogo ruso W.W. Boczarow hizo el análisis comparando la cultura política de Rusia con la cultura política europea. En esta primera autoridad, el poder siempre se asocia con la violencia incluso contra su propio pueblo. Según Boczarow es algo muy típico en Rusia a lo largo de los siglos, es la autoridad legítima del "padre" del pueblo (el zar o el presidente). Y es por eso que vuestro Gran Mente no es capaz entender algunas cosas del mundo de Este aunque pretende conocer todo.
Podría decir al señor de Prada cuántos libros leí no en un sillón como los niños del mundo capitalista, tan odiado por de Prada, sino haciendo cada día sin éxito una cola durante unas horas por un “producto de lujo” que no se podía conquistar en absoluto: un papel higiénico (y qué decir de cosas como un jamón o chocolate, un sueño imposible). Los adultos cazaban la comida, sus hijos cazaban los productos de menor importancia. ¿De verdad se puede comparar con "el mundo capitalista" el que nosotros los polacos estábamos viendo a veces en estado de shock en nuestra televisión o en catálogos de productos que circulaban entre las personas como algo imposible, de verdad nuestros mundos no diferían tanto? ¿Qué sabe don "Sabelotodo" sobre el mundo de Europa del Este inmerso en el luto, en la desesperación, en la resignación, y por fin en el alcoholismo que arruinaba la vida de la mayoría de las familias?
Y es por eso que la serie me parece absolutamente genial precisamente por la “recreación magistral” en la que no cree el escritor de Zamora (una ciudad un poco más lejana del mundo presentado en la serie que las ciudades en las que yo vivía: Kransystaw y Lublin). Y lo que es digno de mayor elogio es justamente el papel FUNDAMENTAL de la mentira, ya que toda la realidad estaba tejida detalladamente de mentiras grandes y pequeñas. Desde la mañana hasta la tarde te estaban mintiendo: que no hubo ningún Katyń, que no hubo ningún genocidio de los polacos por parte de los sovieticos, que el Partido Obrero ama a los chicos y por eso no les ofrecía la comida ni la fruta envenenada por el imperialismo de Occidente. Pues, en el caso de mi familia, la mentira de Chernobyl tuvo otro episodio más, pero eso se lo contaré la próxima vez.
P.D.: Saludos especiales para todos telespectadores del canal Russia Today, el canal de propaganda del presidente Putin el que sigue repitiendo de que “La caída de la URSS fue la mayor catástrofe del siglo XX”.

lunes, 19 de marzo de 2018

Vida y avatares del Prinz Eugen

 Por Jesús longueira.

El Prinz Eugen fue un crucero pesado alemán de la segunda guerra mundial, su entrada en servicio se produce cuando la guerra empieza a disputarse en serio, en 1940. Con una eslora de 207 metros, manga de 21.70, y un desplazamiento de 16.970 toneladas, (restricciones del tratado de Versalles), sin llegar a ser un auténtico acorazado, estaba capacitado de sobra para ser temible en sí mismo, a lo que ayudaba además ir surcando los mares con sus ocho cañones de 203 mm, sus 132.000 caballos, una velocidad máxima de 32 nudos (59 km/h), y sus 3 hidroaviones Arado Ar 196.

   Junto con el acorazado Bismarck participa el 24 de mayo de 1941 en la batalla del Estrecho de Dinamarca, resultando hundido el acorazado Británico Hood, encontronazo naval del que escapa por los pelos y seriamente dañado el Prince of Wales .

El Prinz Eugen en primer término, al fondo el Bismarck.


   Su primera acción de guerra no fue muy afortunada, se produce el 23 de abril, cuando en ruta hacia Kiel hizo detonar una mina magnética arrojada por bombarderos británicos. La mina causó serias averías, incluida la perforación de un tanque de fuel, daños en los acoplamientos de las hélices, etc. Tras ser reparado en tiempo record vuelve al servicio el 11 de mayo.

TIMÓN DE FORTUNA DEL PRINZ EUGEN:
   El día 23 de febrero de 1942, estando al mando de una flotilla, cuando navegan por los fiordos Noruegos, es alcanzado por un torpedo lanzado por el submarino Inglés Trident, causándole 50 bajas y los daños que se aprecian en la siguiente fotografía:

Estado de la popa del Prinz Eugen tras ser alcanzado por un torpedo.


   Llega por sus propios medios a Trondheim, pero como consecuencia del ataque el buque pierde su único timón, quedando las tres hélices en servicio, aunque con leves daños. Se decide remolcar el barco hasta el fiordo de Lofjor, donde se realiza una reparación temporal, con el objetivo de realizar la definitiva en un astillero Alemán. Le es cortada la popa entera y se le deja apto para navegar acoplándole un mamparo estanco en la zona de rotura.

   Aquí da comienzo una de las anécdotas más insólitas de todo el conflicto, y que acreditan la inventiva y valentía de la que hacen gala los hombres cuando están sometidos a presión.

   Es sobre este mamparo, donde se le acoplan dos pequeños timones fabricados al efecto, timones que no eran semicompensados como los originales, y que necesitaban mucha más fuerza para ser movidos.

   Para el manejo de estos timones se tiende un cable que llega a un cabrestante dispuesto a tal efecto a popa del último cañón, cabrestante del que salen ocho barras y que es movido, no por tracción mecánica, “si no por tracción humana”, tal y como se muestra en la siguiente foto:

   Durante la travesía hasta Alemania, nuestro barco fue localizado por una numerosa formación de bombarderos y torpederos de la RAF, si ya de por sí la situación de los dieciséis marineros que movían el cabrestante era penosa, es de imaginar el esfuerzo extra que tuvieron que realizar al sufrir el ataque de varias oleadas en su expuesta situación. Durante la refriega, el Prinz Eugen no sufrió ningún impacto directo, las crónicas hablan de que superó los 28 nudos, virando y contra virando constantemente para evadir los torpedos, etc.


ENCUENTRO CON EL LEIPZIG:

   El 15 de octubre de 1944 el barco embiste en medio de la niebla a su compañero de flota el Leipzig, los daños son irreparables para el segundo, que con serio peligro de hundimiento es inmovilizado para servir como batería antiaérea flotante.

El Prinz Eugen “Incrustado” a media eslora del Leipzig


UNA CITA CON LA BOMBA ATÓMICA:

Tras la derrota de Alemania el buque, como botín de guerra, queda en mano de los aliados, siendo destinado a constituir la “fuerza naval” en la operación “Crossroads”.
   Junto con otra serie de unidades navales fue trasladado al atolón de Bikini, en las islas Marshall, allí, nuestro protagonista consiguió sobrevivir a dos explosiones nucleares, las de las pruebas Able, el 1 de julio de 1946, y Baker, el 25 del mismo mes.
   Tras soportar una fuerza en la explosión de 23 kilotones, resulta contaminado, pero no sufre daños estructurales, quedando a flote. Más tarde es remolcado hasta el atolón Kwajalein, donde en estado de abandono zozobra finalmente el 22 de diciembre de 1946, (seis meses después), descansando para siempre en las coordenadas 8°45'9.82"N – 167°40'59.12"E, siendo todavía hoy visibles sus restos.

miércoles, 10 de mayo de 2017

PCE

De su creación, clandestinidad y legalización.

Un sábado santo, 9 de abril de 1977, pocos meses antes de las primeras elecciones del post franquismo, el Partido Comunista de España fue inscrito en el Registro de Asociaciones Políticas tras cerca de 40 años de clandestinidad. Por aquel entonces la República Federal de Alemania, en la que gobernaba el SPD (Partido Socialista Alemán) no había legalizado a sus comunistas, y el propio PSOE se dividía entre los partidarios de apoyar la legalización del PCE y los que no querían otra fuerza que les disputase la hegemonía de la izquierda, escaldados como estaban del particular aprovechamiento, como veremos, que los comunistas habían hecho de los socialistas desde el inicio de los tiempos. ¿Qué saldo, a favor o en contra, tenían los comunistas para participar en la vida pública? Que lo decida el amable lector después de las consideraciones que se exponen a continuación.

Decían de Esparta que no tenía ejército porque Esparta era en sí misma un ejército. De los comunistas en España se podría decir que no tenían partido porque estaban encuadrados en uno fundado, en 1879, por Pablo Iglesias Posse, cuyo programa político tenía un acentuado dogmatismo marxista en lo que se refiere al análisis de la sociedad, que procedía directamente de los escritos de Karl Marx y de Jules Guesde (articulista del periódico L’Égalité a través del que difundieron las ideas marxistas en Francia) pero que tenía escaso acomodo con la realidad española, en la que el proletariado era minúsculo y la burguesía muy reducida; entre los dos no llegarían tan siquiera a la décima parte de la sociedad.
Tan es así que el primer secretario general de la UGT, sindicato creado por los socialistas en 1888, Antonio García Quejido, más tarde sería fundador del Partido Comunista de España y uno de sus primeros secretarios generales.

El punto de inflexión para la ruptura de la unidad de los marxistas españoles se sitúa en la III Internacional, en marzo de 1919, donde se alzaron victoriosas las tesis del marxismo-leninismo sobre las del reformismo. En el PSOE, y de manera especial en sus juventudes, se produjo cierto movimiento de adhesión a la Internacional Comunista. Ya cuando se constituyó en Madrid un Comité Nacional de los Partidarios de la III Internacional participaron líderes socialistas. Y el 15 de abril de 1920, en la Casa del Pueblo de Madrid, en uno de esos famosos golpes de timón, que para algunos gustos son demasiado frecuentes en la organización, se reunió en Asamblea Nacional con un solo punto en el orden del día: necesidad de transformar la Juventud Socialista en Partido Comunista.

Renovación, el periódico de la Juventud Socialista, se transformó en El Comunista, primer órgano de prensa del nuevo partido autodenominado de la clase obrera, en el que apareció su manifiesto fundacional:
"Los cuatro años de guerra y la revolución rusa –decía el Manifiesto– han modificado profundamente la ideología, el punto de vista, la táctica y los fines del proletariado en la lucha social. La II Internacional ha fracasado.
Los socialistas rusos, acérrimos enemigos de la guerra imperialista y ardientes marxistas, han roto en la teoría y en la práctica con los socialistas europeos traidores y enterradores de la II Internacional y han fundado la Internacional Comunista. 
Durante la guerra (civil rusa), el Partido Socialista español se colocó abiertamente al lado de los aliados, a quienes suponía defensores de la democracia, de la libertad y de la justicia. Este profundo error doctrinal, de tanto bulto por tratarse de una guerra imperialista tan descarada y manifiesta, patentiza enseguida la ideología de pequeña burguesía de sus líderes . . .
Hemos llegado a un momento en que seríamos cómplices de tal estado de cosas si titubeásemos en dar el paso que hoy damos".
El, recién estrenado, Partido Comunista envió una delegación al II Congreso de la Internacional Comunista reunido en Moscú a finales de julio de 1920. El poder soviético reconoció, al joven partido, como sección española de la III Internacional y le fue otorgado un puesto en el Comité Ejecutivo. Merino Gracia, flamante delegado comunista patrio, fue recibido por Lenin, quien "se interesó vivamente por los problemas de España y principalmente por la situación de los campesinos".
A partir de entonces, la franquicia española del internacionalismo se revelaría como "una fuerza política dotada de un claro contenido proletario; como un partido inspirado en los métodos y principios leninistas de organización; como un combatiente de vanguardia por la transformación de la España semifeudal y monárquica en una España democrática y abierta al progreso social", quizá como en la URSS.

Mientras tanto, la crisis en el PSOE continuaba latente. El 13 de abril de 1921 algunos delegados abandonaron el III Congreso extraordinario del PSOE y se trasladaron a los locales de la "Escuela Nueva", para cambiar una "S" por una "C" y declarar constituido el Partido Comunista Obrero Español. Veía la luz, de este modo, el segundo partido comunista de España, adherido a la III Internacional, y cuyo origen, igual que el primero, estaba en el partido del señor Iglesias, que tanto sufrió con estas deserciones.
Del 7 al 14 de noviembre de 1921, se celebró en Madrid una conferencia para la fusión de los dos partidos comunistas en un solo Partido Comunista de España (PCE), que se lanza, sin perder un minuto, a desarrollar su sentido patrimonial de las "masas de obreros y campesinos", combatiendo lo que les parece ya una "vieja teoría oportunista" del PSOE, según la cual en un período de depresión económica y de crisis de trabajo, no se deben realizar huelgas. Y echan en cara a sus excamaradas que se han vuelto unos burgueses al proclamar la necesidad de pactar una "tregua social" entre el capital y el trabajo. Mientras ellos alardean de pastorear al proletariado español según el mandato del santo padre Lenin, como recoge la revista La Internacional Comunista: "El proletariado español ha ocupado uno de los primeros puestos del mundo en los combates contra la burguesía. Es difícil hallar algo semejante a la energía huelguística que desarrollan los obreros españoles".
Tan es así que el periódico católico El Debate comparaba, con gran preocupación, la situación de España a comienzos de 1933 con la de Italia en 1919; ya que esas "masas de campesinos" habían ocupado en un solo mes casi tantas fincas como las de Italia de 1919 a 1922. La estrategia del PCE pretendía una retroalimentación entre las "acciones campesinas" de ocupación de propiedades ajenas debidas a la radicalización de las "masas rurales" contagiadas "del movimiento huelguístico del proletariado industrial" que, a su vez, repercutían en este, generando sinergias, para una "alianza de los obreros y de los campesinos".

La pretensión no era otra que importar el modelo del cruento golpe de Estado soviético de octubre del 1919, e implantar el paraíso socialista en España, lo que consiguieron sin mucho tardar porque a "la lucha de las masas trabajadoras por el pan y la tierra" respondió el Gobierno republicano-socialista con la llamada Ley de Defensa de la República, de octubre de 1931, a poco de arrancar el bienio azañista. Que era una ley del embudo para embridar a monárquicos, católicos, conservadores o cualquier otro sospechoso de animadversión hacia la República, pero que también sirvió para "reprimir violentamente las aspiraciones de la clase obrera y de las masas campesinas". El caso es que las tragedia de Castilblanco, Arnedo y Casas Viejas fueron los frutos sangrientos de los desmanes revolucionarios y de la represión gubernamental.
Pongamos un dato sobre la mesa: los representantes de "las masas obreras y campesinas" en la elecciones legislativas de julio de 1931 obtuvieron 60.000 votos.

En paralelo a la acciones desestabilizadoras, el PCE, desarrolla una estrategia de coalición siguiendo al detalle el manual del buen revolucionario que aconseja las alianzas cuando se hace imposible la toma del poder por medios propios. De este modo el "Partido propugnó y propició la creación del Frente Antifascista", concebido para agrupar a cuantos estuvieran dispuestos a "cerrar el paso a la reacción". Inicialmente este Frente Antifascista estuvo integrado por el Partido Comunista, la Juventud Comunista, la Confederación General del Trabajo Unitaria, la Federación Tabaquera, el Partido Federal, la Izquierda Radical Socialista y "diputados de diversas tendencias". Las cinco primeras eran organizaciones vinculadas a las corrientes comunistas.
Y fue en Málaga, en noviembre de 1933, donde se creó el primer Frente Popular con el pacto entre comunistas, socialistas y republicanos, gracias al cual "la candidatura antifascista triunfó sobre la reaccionaria", saliendo elegido el primer diputado comunista de España: Cayetano Bolívar. El camino hacia la coalición frentista de 1936 se allanaba a costa de torcer el brazo a la corriente moderada, social demócrata, del PSOE.

Largo Caballero, que había sido en 1920 y años posteriores, junto a Besteiro, según la propaganda comunista, "uno de los clásicos representantes de la tendencia derechista-oportunista en las filas del Partido Socialista" pasó de la colaboración con la dictadura de Miguel Primo de Rivera y con los gobiernos republicanos a posiciones extremistas que representaban un gran paso hacia la transformación del Partido Socialista en un partido obrero clasista y preparaban el terreno para el entendimiento entre los dos partidos que se disputaban el espacio de la izquierda revolucionaria nacional: el Partido Comunista y el Partido Socialista. El PCE conseguía avanzar en la estrategia marcada y saludó este cambio esforzándose en establecer con el PSOE un acuerdo como base para "la realización de la unidad de la clase obrera, sin lo cual no era posible oponer una resistencia seria a la amenaza fascista".
Los dirigentes socialistas que antes eran denostados, y descalificados con todo tipo de improperios y medias verdades, los Iglesias, Prieto, Caballero, Besteiro, De los Ríos . . . etcétera, de burgueses, golpistas, vendidos a la oligarquía, monárquicos, fascistas o reaccionarios, ahora son alabados y atraídos al estanque dorado de la alianza proletaria. Algo parecido sucedió con las demás fuerzas republicanas y separatistas que deberían formar la gran coalición que permitiese la entrada de los comunistas en el gobierno.

Llegamos a noviembre de 1933 y en las elecciones a Cortes gana el centro derecha. Sucede lo que no debería suceder jamás, pierden los que habían "traído la República", y los principales dirigentes de los republicanos de izquierda, nada más conocerse los resultados electorales, encabezados por Manuel Azaña, presionan a Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República, para que convoque nuevas elecciones antes de que se constituyeran las Cortes recién elegidas. ¿Por qué? . . . porque no habían ganado los que tenían que ganar.
La coalición de derechas obtuvo 158 diputados (115 de la CEDA, 30 de los agrarios y 13 independientes). Los monárquicos 39 (20 de los tradicionalistas, 14 de los alfonsinos de Renovación Española, 4 independientes y otro del Partido Nacionalista Español). Uno de Falange Española. Mientras que el centro/derecha y el centro obtuvieron 138 diputados (102 el Partido Radical,  17 el Partido Republicano Conservador, 9 el partido Liberal Demócrata, 3 del partido Republicano Progresista, 2 del Partido Republicano de Centro y 5 independientes). Los regionalitas y nacionalistas de centro y derecha 37. La izquierda marxista obtuvo 63 diputados (59 el PSOE, 3 de Unión Socialista de Cataluña y uno del PCE). Los republicanos de izquierda consiguieron 13 escaños (5 de Acción Republicana, 4 de los federales, 3 el Partido Radical Socialista Independiente y uno el Partido Radical Socialista). Y los nacionalistas de izquierda 24 diputados (17 ERC, 3 el Partido Republicano Gallego y uno UR).

Se había producido un vuelco espectacular respecto al resultado de las elecciones a Cortes Constituyentes. Se encargó a Lerroux del Partido Radical la formación de Gobierno que fue apoyado por Gil Robles y su CEDA. En octubre de 1934 Lerroux decide incluir en su Gobierno a tres ministros de la CEDA. Algunos en el PSOE planteaban la idea de una insurrección popular para recuperar lo que las urnas les había negado. El 25 de septiembre ya se anunciaba en El Socialista: "Renuncie todo el mundo a la revolución pacífica; bendita sea la guerra". Y dos días más tarde añadía:
"Las nubes van cargadas camino de octubre. Repetimos lo que dijimos hace meses: ¡Atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas duras. La responsabilidad del proletariado español y de sus cabezas puede ser enorme. Tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y nuestra política internacional. Y nuestros planes de socialización".
El Partido Comunista, por su lado, propuso la declaración de la huelga general en toda España como medio de impedir la entrada de la CEDA en el Gobierno, pero el Partido Socialista rechazó esta proposición ya que "había anunciado a los cuatro vientos que la entrada de la CEDA en el Gobierno sería la señal para la insurrección y había instruido a todas sus secciones en este sentido".
El PCE tenía muy claro que el manual del buen marxista enseña que no se puede jugar a la insurrección sin garantías, que para que esta triunfe son necesarias unas premisas que en aquel momento aún no se daban. Pero los comunistas, pese a las discrepancias sobre los métodos y los tiempos se subieron al carro socialista, "no pensaron ni un momento en quedarse al margen de la lucha, sino que se entregaron a ella con verdadero fervor, dedicándole todas sus fuerzas, su entusiasmo y su experiencia, sin reparar en riesgos ni escatimar sacrificios".

La insurrección tuvo un seguimiento muy desigual y fue controlada por el Gobierno. Sin embargo, hubo dos territorios donde las jornadas de octubre tuvieron un especial significado: Asturias y Cataluña.
El Comité Revolucionario de Largo Caballero había nombrado comisiones rebeldes para cada capital de provincia, pero aparte del caso asturiano, las únicas revueltas socialistas serias tuvieron lugar en Vizcaya, Guipúzcoa, Palencia y León.
En Barcelona, la Alianza Obrera encontró un aliado clave en el Gobierno de la Generalitat. Companys proclamó la formación del "Estado catalán dentro de la República Federal española".
El gran drama de la insurrección de 1934 tuvo lugar en Asturias, donde una Alianza Obrera revolucionaria fuertemente apoyada por la CNT local se sustentaba sobre la sindicación de casi el 70% de los trabajadores. Más de veinte mil milicianos se organizaron con celeridad y enseguida obtuvieron armas en cada uno de los puestos de policía que asaltaron; en la Fábrica de Armas de Trubia consiguieron veintinueve cañones. España en armas pendiente de una revolución y de una guerra civil.
Historiadores tan diversos como Salvador de Madariaga, Carlos Seco Serrano, Sir Raymond Carr, Edward Malefakis, Gabriel Jackson, Gerald Brenan, Richard Robinson, Stanley Payne, Jesús Palacios, Carlos M. Rama y Ricardo de la Cierva han descrito octubre de 1934 como "el preludio de" o "la primera batalla de" la Guerra Civil.
Pero ¿qué supuso para el PCE? . . . una oportunidad. La de atraer a su estrategia a las fuerzas de izquierda y reabrir la herida interna del PSOE, alentando a los radicales y acorralando a los moderados. Y con esas nos plantamos en 1936.

Después de muchas negociaciones se llegó a la elaboración de un pacto en enero de 1936. El denominarlo "Pacto del Bloque Popular" era un reconocimiento de la influencia que había adquirido el PCE.
El Frente Popular, en febrero, obtuvo oficialmente 268 diputados (158 republicanos, 88 socialistas, 17 comunistas), contra 205 de la derecha y del centro. Gracias a Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García conocemos el calibre del fraude cometido: al menos 50 actas de diputado se adjudicaron indebidamente al Frente Popular.

Los revolucionarios caballeristas predicaban el objetivo de la "bolchevización" del socialismo español, de convertirlo en un "instrumento revolucionario" como había sido el bolchevismo ruso en 1917." El caballo de Troya, con la panza repleta de comunistas, estaba intramuros del PSOE aguardando su oportunidad y dos meses después de la cita electoral el partido sufrió la madre de todas las emboscadas.
Cuando los radicales comprobaron que el PSOE no se bolchevizaba adecuadamente unificaron la Juventud Socialista y la Juventud Comunista en una sola organización, lo que tuvo lugar el primero de abril de 1936 fue el alumbramiento de la Juventud Socialista Unificada. La nueva entidad juvenil encabezada por Santiago Carrillo (secretario general), Trifón Medrano, Fernando Claudín y otros santos varones, proclamó que su objetivo era organizar y educar a la joven generación "en el espíritu de los principios del marxismo-leninismo". La segunda realización unitaria fue la creación del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), que tuvo lugar el 23 de julio de 1936, como resultado de la fusión de cuatro partidos obreros: el Partido Comunista de Cataluña, la Sección Catalana del PSOE, la Unión Socialista y el Partido Proletario. Al constituirse, el PSUC dio su adhesión a la Internacional Comunista.
El Partido Comunista de España, dirigido desde Moscú, contribuyó con todas sus fuerzas a la creación de la JSU y del PSUC. En ningún otro lugar de Europa la política marcada por el VII Congreso de la Internacional Comunista se había plasmado en logros tan deseados como la creación del Partido Socialista Unificado de Cataluña y de la Juventud Socialista Unificada. Con estos éxitos el PCE dejará de ser un partido minoritario, al lograr absorber unas colosales Juventudes que, dicen, contaban con 100.000 afiliados en unos momentos en los que el PCE no pasaba de los 30.000.

Mientras tanto la insostenible situación política del Gobierno, salido de las fraudulentas elecciones del 36, regaba las calles de violencia. El asesinato del dirigente político monárquico, Calvo Sotelo, en el que "el Partido Comunista no tuvo ni arte ni parte, ni de cerca ni de lejos", dio inicio al alzamiento, o a la sublevación según gustos y colores, del 18 de julio.
Los dirigentes republicanos moderados trataron de pactar con los sublevados. Tal fue el significado del intento de Martínez Barrio de formar un nuevo Gobierno el 19 de julio, después de la dimisión de Casares Quiroga, pero "los trabajadores que habían derrotado a la reacción en las elecciones de febrero hicieron acto de presencia en la calle", orientados y animados por el Partido Comunista, para exigir del Gobierno y del presidente de la República que el pueblo fuera armado. El PCE no dudó un instante en que la negociación con los rebeldes, y un posible acuerdo que evitase el enfrentamiento, fuese conveniente. Los radicales volvieron a torcer el brazo a los moderados y José Giral formó Gobierno, sin olvidarse de armar "al pueblo".
En esa lucha tan deseada, "contra los fascistas", se ocuparon desde el primer instante los dirigentes comunistas. "Allí estaban José Díaz, Dolores Ibárruri, Vicente Uribe, Pedro Checa y Antonio Mije. Junto a los comunistas, rivalizando en heroísmo, combatieron los dirigentes de la JSU: Santiago Carrillo, Medrano, Claudín, Cazorla, Melchor, Gallego, Andrés Martín y Lina Odena".

En el ámbito internacional el PCE, frente a la política de No-Intervención de la Sociedad de las Naciones, recabó el apoyo de la U.R.S.S. Los Partidos Comunistas, donde los había, movilizaron "las amplias masas trabajadoras" y la expresión del internacionalismo proletario se cristalizó en las Brigadas Internacionales.
Es curioso que en apoyo del Gobierno de la República acudiese Stalin mientras que León Blum, socialista y presidente del Gobierno francés, fuera el que apadrinó la No-Intervención; que otro socialista, Spaak, ministro de relaciones exteriores del Gobierno belga, fuese el primero que planteó el reconocimiento del bando nacional; que fueron los Gobiernos de los países escandinavos, también con sus socialistas, los que se apresuraron a enviar a representantes económicos a Burgos, capital de los alzados, y de los primeros en reconocer al Gobierno del General Franco. Y tampoco estaría de más recordar que el Pacto de Munich fue apoyado y aclamado por los dirigentes de la socialdemocracia internacional.

Internamente los comunistas españoles centraron sus esfuerzos, "con la perspectiva de una lucha larga", en la creación del 5º Regimiento, embrión del añorado Ejército del Pueblo que debía regirse, por las enseñanzas del marxismo-leninismo, con estos postulados esenciales: utilización de los "mandos que iban surgiendo del pueblo" en los puestos a los que eran elevados por los propios combatientes; preparación y educación de nuevos cuadros, también "surgidos del pueblo"; utilización simultánea en el nuevo ejército de todos los antiguos militares fieles a la República; y por supuesto, como marcaba el Ejército Rojo, "nombramiento de comisarios políticos en todas las unidades de las fuerzas armadas".
De este modo cuando en octubre de 1936, el Gobierno publicó el decreto de creación del Ejército Popular, de los seis jefes nombrados para organizar las primeras seis brigadas, cuatro eran comunistas y pertenecían al 5º Regimiento, incluido Enrique Lister el jefe del mismo y designado para formar la Primera Brigada. Esta, como las cinco restantes, fueron constituidas con fuerzas pertenecientes en su totalidad al 5º Regimiento. A finales de diciembre ya se habían incorporado a las filas del Ejército Popular el 70 % de las fuerzas del Regimiento, y el resto continuó haciéndolo paulatinamente.

Pero, pese al esfuerzo del PCE, la "Gran Guerra Revolucionaria" se estaba convirtiendo en la guerra que estaba ganando Franco. Los intentos de alargarla no convencían en el frente republicano y se buscaron responsables. Besteiro, el Coronel Casado y la Junta que denominaron "Consejo de Defensa" se convirtieron en la bestia negra del comunismo por dejarse convencer por los Gobiernos de Gran Bretaña y Francia. "Fueron los servicios del imperialismo anglofrancés los que impulsaron la preparación y ejecución del complot contra la República". El 27 de febrero de 1939 el embajador inglés comunicó oficialmente al Gobierno de Negrín que ese mismo día se presentaría en la Cámara de los Comunes, para su votación, la resolución que reconocía al Gobierno de Franco y que retiraba la representación diplomática inglesa cerca del Gobierno de la República. A esta iniciativa se sumó el Gobierno francés.


Terminada la Guerra Civil el PCE pasó a la clandestinidad: "Al Partido no se le ve, pero se le siente". Los que no lograron salir de España conformaron el maquis, pequeñas unidades dedicadas al sabotaje subsistieron "echadas al monte" para evitar el tiempo de "los ajustes de cuentas". La Guerra se había configurado desde el principio como una apuesta de máximo riesgo: todo o nada. Y el bando vencedor tenía muchas cuentas pendientes.
Con el estallido, en el mes de septiembre, de la IIGM se renovaron las esperanzas de que en España hubiese una segunda oportunidad para con los vencidos, pero el pacto de no agresión entre la Unión Soviética y la Alemania nazi, y el reparto de Polonia, supusieron un retorno a la realidad del mes de abril.
El comunismo español tuvo que esperar hasta la victoria soviética de Stalingrado para albergar nuevas esperanzas de que los Aliados derrotasen al Eje e interviniesen en España. Lo primero sucedió en 1945, pero lo segundo nunca figuró entre los objetivos de Londres y Washington. Es más, finalizada la IIGM, y con la amenaza del nazismo desaparecida, que ejercía de nudo gordiano de los intereses de las potencias aliadas, las disensiones entre dos formas antagónicas de entender el mundo comenzaron a ser las bases sobre las que girarían la política internacional hasta la caída de la Unión Soviética.

El intento de vincular, lo que el PCE bautizó como, "la Gran Guerra Revolucionaria" con la IIGM solo quedó en intento y en parte de la propaganda de confrontación. Sobre Europa, en palabra de Churchill, había caído un "telón de acero", y ese telón pretendía ocultar las carencias y miserias de la realidad soviética. Los comunistas españoles tuvieron que abandonar toda esperanza, si es que todavía la tenían a finales de los años 40, de una intervención extranjera que derrocase el régimen surgido de la guerra que ganó Franco. "El Partido se replegó en condiciones extraordinariamente difíciles y se preocupó de un modo especial de salvar el máximo de camaradas".
Stalin no podía olvidar su fracaso en España ni la participación de la División Azul dentro de sus fronteras. La presión que ejerció en la Conferencia de Potsdam de 1945, y en las Naciones Unidas en 1946 se saldó con una condena a la dictadura de Franco por la ayuda prestada a las potencias del Eje. Pero la amenaza del imperialismo soviético a la paz en el mundo, y la nueva política de bloques, hizo que esa condena no se tradujese en medidas concretas, tales como la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales.
El bloque comunista se fue apropiando del control de los países por los que avanzaba su bien engrasada maquinaria de guerra. El Ejército Rojo llegó a Berlín y desde ahí hacia el este florecieron "repúblicas democráticas populares": Alemania Oriental, Polonia, Albania, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, y Yugoslavia. 
Países de Asia como China, Corea del Norte y, posteriormente, Viet-Nam se constituyeron en "el campo mundial del socialismo", sobre la vida y destino de mil millones de almas que ocupaban la tercera parte del globo terráqueo. Luego continuaría la expansión por Hispanoamérica y África, pero esa es otra historia.

Mientras tanto en Méjico se había constituido en 1945, después de la dimisión de Negrín, un nuevo Gobierno republicano en el exilio presidido por José Giral. Con Santiago Carrillo como ministro del mismo. Desde esa fecha hasta el verano de 1947, el PCE participó, al lado de los partidos republicanos, del PSOE, de un grupo cenetista y de partidos separatistas, en los Gobiernos republicanos presididos en el exilio por Giral y Llopis. Ya estaba al frente de la Secretaría General Dolores Ibarruri, tras la muerte de José Díaz.
Pero un nuevo desencuentro con los moderados del PSOE volvió a fastidiar la preconizada unión de los comunistas. Prieto, en el verano de 1947, consiguió que una Asamblea de Delegados del PSOE votase la retirada de este del Gobierno presidido por el socialista Llopis, lo que equivalía a su liquidación.
Ante el III Congreso del PSOE en el exilio, Prieto definió la esencia de la política que preconizaba para acabar con la dictadura en los términos siguientes:
"Camino no hay otro . . . que el de servir los deseos de las potencias occidentales reduciéndonos a lo que dichas potencias quieren concedernos".
Y lo que las potencias occidentales querían conceder no era ni más ni menos que la continuación del Gobierno de Franco.

En plena guerra fría el PCE tuvo que enfrentarse con nuevas dificultades. La política de los Gobiernos occidentales, incluso la de la Internacional Socialista, se centraba en el anticomunismo. El Gobierno francés, en el que participaban los socialistas, prohibió Mundo Obrero; numerosos militantes del PCE y del PSUC fueron detenidos y deportados.
En febrero de 1956 se reunió el XX Congreso del PCUS.
Y el PCE aprobó todas sus tesis así como la declaración de la Conferencia de Moscú. "El Partido tomó posición contra el revisionismo en todos los problemas palpitantes planteados en el mundo . . . defendió la unidad del campo socialista y del movimiento comunista internacional sobre la base del marxismo-leninismo, se alzó contra la especulación escandalosa que el imperialismo intentó hacer de los sucesos contrarrevolucionarios de Hungría y condenó las posiciones anti marxistas adoptadas en el Congreso de Liubliana por la Liga de los Comunistas de Yugoslavia."

Una vez que desistieron de sus intentos de rebelión popular "de las masas obreras y campesinas", la dirección del PCE regresó al viejo concepto de preguerra de la "Unión Nacional", proponiendo una "reconciliación nacional de los españoles", al tiempo que miembros del partido se infiltraban en las organizaciones del Movimiento, especialmente en las católicas (la Juventud Obrera Católica (JOC), las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) y el movimiento sindical de Acción Católica), para desestabilizarlo y promover conflictos laborales y políticos.

En los años sesenta de toda la oposición izquierdista, únicamente los comunistas, como prácticamente desde que terminó la Guerra Civil, permanecían activos, aunque habían moderado sus tácticas y abandonado cualquier idea de derrocar la dictadura. El único sector político que realmente preocupaba a Franco eran los monárquicos.
El 30 de julio de 1974, el PCE había constituido en París, la Junta Democrática, integrada por dos pequeños partidos neo marxistas y un útil compañero de aventura: la transfigurada Comunión Carlista Tradicionalista, que bajo el liderazgo de Carlos Hugo había evolucionado desde la extrema derecha hasta la izquierda para abrazar el socialismo autogestionario.
Para rematar la conjunción de nuevos afines, desde Portugal don Juan se une a la Junta y pretende convertirse en "el rey de los rojos" (durante el Alzamiento pretendió todo lo contrario). Mientras tanto, en junio de 1975, el PSOE y otros partidos de izquierda y liberales se agruparon en la Plataforma de Convergencia Democrática, a la que también se unió el aspirante carlista Carlos Hugo. La Junta Democrática "comunista" llegó a organizar una conferencia en una sala del Congreso en Washington, en junio de 1975, para pedir al Gobierno norteamericano "que ejerciera presión directa sobre Madrid" tras la muerte de Franco, lo que supuso un ejemplo curioso de un partido comunista apremiando a la administración norteamericana para que interviniera en los asuntos internos de un país soberano.

Pocos años después, en 1977, un sábado santo, el PCE fue legalizado. Lo que sucedió más tarde quizá lo contemos en otra ocasión.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Pedro Sánchez, Santiago Carrillo. ¿Vidas paralelas?

Cuando Pablo Iglesias Posse el día 2 de mayo de 1879, a sus 28 años, funda el PSOE, junto con un grupo de internacionalistas expulsados por los bakuninistas de la Federación Española de la Internacional, no podía imaginar que su criatura tendría dos almas que pondrían a prueba la unidad del partido dese el inicio de su andadura. ¿Marxismo o social democracia? ¿Izquierda radical o moderada?
El programa defendido por Iglesias se plasma en un texto con un acentuado dogmatismo marxista en lo que se refiere al análisis de la sociedad, que procedía directamente de los escritos de Karl Marx y de Jules Guesde (articulista del periódico L’Égalité a través del cual difundió las ideas marxistas en Francia), pero que tenía escaso acomodo con la realidad española, en la que el proletariado era minúsculo y la burguesía muy reducida; entre los dos no llegarían ni siquiera a la décima parte de la sociedad.
Curiosamente, el Partido Socialista surgió en sus comienzos sin la "E" de español, ya que al marxismo no le agradaba la idea de nación porque su cosmovisión era la de una sociedad dividida únicamente en esas dos clases supuestamente antagónicas, la burguesía y el proletariado. Cómo ha cambiado el cuento con Pedro Sánchez que ve no una sino varias naciones. Pero, sobre eso trataremos más adelante.

La ambigüedad no era uno de sus vicios en los primeros años del PSOE.
Cuando Pablo Iglesias subió por vez primera a la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados el 7 de julio de 1910, su intervención demostró su talante revolucionario y antidemocrático, llegando a amenazar de muerte a Antonio Maura, líder conservador:
«El partido al que yo represento aspira a concluir con los antagonismos sociales, a establecer la solidaridad humana, y esta aspiración lleva consigo la supresión de la Magistratura, la supresión de la Iglesia, la supresión del Ejército, y la supresión de otras Instituciones necesarias para ese régimen de insolidaridad y antagonismo».
«El partido socialista viene a buscar aquí lo que de utilidad puede hallar, pero la totalidad de su ideal no está aquí; la totalidad entiende que ha de obtenerse de otro modo. Es decir, que este partido… estará en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita . . . ».
«Tal ha sido la indignación producida por la política del Gobierno presidido por el Sr. Maura en los elementos proletarios, que nosotros . . . hemos llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría suba al poder debemos llegar hasta el atentado personal».

El espacio político marxista estaba perfectamente ocupado y guardado por el incipiente partido socialista. Poco margen y utilidad quedaba para una formación comunista nominal. Hasta que, en octubre de 1917, los soviéticos se hicieron con el poder en Rusia. Y los revolucionarios españoles se revolucionaron algo más todavía.
Cuando las potencias del bando aliado, de la IGM, intervinieron apoyando a los blancos frente a los rojos en Rusia, y Francia solicitó a España su colaboración, la respuesta de los revolucionarios patrios fue el hermanamiento con los soviets. De este modo, en diciembre de 1919, el II Congreso de la Confederación Nacional del Trabajo determinó que los obreros de las fabricas de armas y municiones debían negarse a fabricar materiales destinados a la lucha contra el Ejército Rojo y se conjuró para convocar la huelga general y torcer el brazo al Gobierno, en el caso de que este tratase de enviar tropas a Rusia atendiendo el requerimiento francés.

También el PSOE, en su Conferencia de la primavera de 1919, se pronunció contra cualquier modo de intervención en Rusia . . . y por la huelga general en el caso de que la hubiera. Y, para no ser menos, el Congreso Agrario de la UGT de Andalucía y Extremadura acordó, en 1920, expresar «su simpatía a la República Rusa de los Soviets y exigir su reconocimiento por el Gobierno español».
Todos los revolucionarios de España, prietas las filas y como un solo camarada, montaban guardia para defender al joven País Soviético, paradigma del progreso y adelanto en la tierra de las maravillas del cielo. Pero esta complicidad en la defensa de la incipiente aventura soviética trajo a la postre las primeras fisuras en el partido del Sr. Iglesias Posse, quien soportaría con disgusto que el primer secretario general de la UGT, sindicato creado por los socialistas en 1888, Antonio García Quejido, más tarde fuera fundador del Partido Comunista de España y uno de sus primeros secretarios generales.

Causa de males y banco de pruebas de las dos almas del PSOE fue la creación de la III Internacional Comunista, en marzo de 1919, donde se alzaron victoriosas las tesis del marxismo-leninismo sobre las del reformismo. En el partido socialista, y de manera especial en sus juventudes, se produjo cierto movimiento de adhesión a la Internacional Comunista. Ya cuando se constituyó en Madrid un Comité Nacional de los Partidarios de la III Internacional participaron líderes socialistas. Y el 15 de abril de 1920, en la Casa del Pueblo de Madrid, en uno de esos famosos golpes de timón, que para algunos gustos son demasiado frecuentes en la organización, se reunió en Asamblea Nacional, con un solo punto en el orden del día: Necesidad de transformar la Juventud Socialista en Partido Comunista.

Pocos meses después en un congreso extraordinario del PSOE, reunido en julio de 1920, se lió la parda. La mayoría se pronunció por el ingreso en la III Internacional y por el envío a Moscú de dos delegados, al objeto de entrevistarse con el Comité Ejecutivo de esa Internacional Comunista. Pero la nueva ejecutiva, que no era tan radical como sus bases, supo desvirtuar la resolución del Congreso, condicionándola de tal forma que, de hecho, anulaba su valor. Pero la simpatía de las llamadas masas socialistas hacia la Revolución de Octubre era tan grande y tan patente su disgusto por el resultado del Congreso, que el PSOE tuvo que publicar un manifiesto firmado por Pablo Iglesias y demás prebostes de la nueva ejecutiva, con este texto:
«No estamos conformes con las condiciones que impone la Tercera Internacional de Moscú; pero afirmamos hoy, como lo hicimos desde el primer día de la revolución rusa, que estamos, sí, plenamente identificados con aquella revolución; con ella principia la era del desmoronamiento capitalista y la de las realizaciones socialistas; por ella, por su esfuerzo y gracias a su sacrificio, los demás pueblos recogerán beneficios que se han de traducir en una renovación de sus instituciones sociales; con la revolución rusa estamos y a nuestro Partido le decimos, como siempre, que nos consideramos obligados a su defensa.»

Pablo Iglesias quedó tocado a raíz de la escisión que sufrió el PSOE, en 1921, cuando se opuso al ingreso en la III Internacional fundada por Lenin. Los dos delegados que fueron a Moscú para entrevistarse con los mandamases soviéticos fueron Fernando de los Ríos y Daniel Anguiano. De los Ríos se escandaliza ante la frase que le dice el propio Lenin en una entrevista: “Libertad, ¿para qué?”. Se decide, con el apoyo de Iglesias, la adopción de la línea socialdemócrata del SPD alemán en contra de la III Internacional. Pero Anguiano, García Quejido (el que fuera mandamás de la UGT) y otros líderes hacen las maletas y eligen el comunismo como compañero de viaje.

Santiago Carrillo nace en Gijón en 1915, su padre Wenceslao Carrillo era militante de la UGT y del PSOE. Así que, siendo todavía un adolescente, se afilia a las juventudes socialistas poco antes de la llegada de la República. En el 1934 alcanza la secretaría general de la organización juvenil y participa en la revolución de Asturias y en la imaginaria República Socialista de Asturias, rebelión que le llevaría a la cárcel cuando la revolución fue sofocada. Es liberado con el triunfo del Frente Popular, momento en el que se encargaría de encabezar el proceso de unificación de las juventudes, cuyo alumbramiento pasamos a relatar con la brevedad que se puede.

La izquierda socialista no era homogénea y menos aun después de la experiencia del Octubre Rojo. La parte más organizada y revoltosa del PSOE era su sección juvenil, dirigida por Santiago Carrillo, José Cazorla, Federico Melchor y otros camaradas. Las Juventudes Socialistas se habían radicalizado sobre todo después del Octubre, rompiendo con la II Internacional y con la Internacional Juvenil Socialista, asumiendo el Programa de la Internacional Comunista, y declarando que su objetivo era luchar por la dictadura del proletariado en España, muy democráticos ellos, y en el mundo mundial. En 1935, la Juventud Socialista, estaba ya más cerca del Partido Comunista que del Partido Socialista; e hizo todo lo que el buen revolucionario debe para transformarlo desde dentro: luchar por la «bolchevización» del Partido Socialista Obrero Español. Y como el amable lector puede suponer, luchar no es convencer sino vencer.

Cuando los radicales comprobaron que el PSOE no se bolchevizaba adecuadamente unificaron la Juventud Socialista y la Juventud Comunista en una sola organización, lo que tuvo lugar el primero de abril de 1936, el alumbramiento de la Juventud Socialista Unificada. La nueva entidad juvenil encabezada por Santiago Carrillo (secretario general), Trifón Medrano, Fernando Claudín y otros santos varones, proclamó que su objetivo era organizar y educar a la joven generación «en el espíritu de los principios del «marxismo-leninismo». La segunda realización unitaria fue la creación del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), que tuvo lugar el 23 de julio de 1936, como resultado de la fusión de cuatro partidos obreros: el Partido Comunista de Cataluña, la Sección Catalana del PSOE, la Unión Socialista y el Partido Proletario. Al constituirse, el PSUC dio su adhesión a la Internacional Comunista.

El Partido Comunista de España, dirigido desde Moscú, contribuyó con todas sus fuerzas a la creación de la JSU y del PSUC. En ningún otro lugar de Europa la política marcada por el VII Congreso de la Internacional Comunista se había plasmado en logros tan deseados como la creación del Partido Socialista Unificado de Cataluña y de la Juventud Socialista Unificada. Con estos éxitos el PCE dejará de ser un partido minoritario, al lograr absorber unas colosales Juventudes que, dicen, contaban con 100.000 afiliados en unos momentos en los que el PCE no pasaba de los 30.000. Después de este salto cuantitativo fue más fácil que la añorada unión de las fuerzas antifascistas, entendiendo como fascista a todo aquel que no comulgue con sus ruedas de molino, que aparece en el manual del buen comunista, se concretase en la creación del Frente Popular, estanque soñado por la internacional dirigida por Stalin desde el paraíso democrático popular de la dictadura del proletariado (avisado queda el lector de que si encuentra incongruencia en esto puede ser tildado de fascista).

Los podemitas de entonces trazaron el camino a los izquierdistas de hoy. Del mismo modo que entonces se descalificaba a los Iglesias, Prieto, Caballero, Besteiro, De los Ríos . . . etc., de burgueses, golpistas, vendidos a la oligarquía, monárquicos, fascistas o reaccionarios, se ha podido comprobar, recientemente, que una decisión del órgano de gobierno del PSOE ha conmocionado a "las bases" del interior azuzadas desde el exterior.

Pedro Sánchez Pérez-Castejón nació en Madrid en 1972. Hijo de militante socialista, como Carrillo, también se afilió joven, con 21 años, al partido. Y, simile modo, su vida profesional ha estado estrechamente vinculada a su actividad política. Con motivo de la dimisión, como secretario general del PSOE, de Pérez Rubalcaba le sustituyó en el cargo después de haber ganado las primarias en julio de 2014.
Tras su designación tuvo que afrontar el reto de recuperar la confianza de los antiguos votantes del PSOE que se decantaron, en las elecciones europeas de mayo de 2014, por el nuevo partido Podemos.

Concurre como candidato a la Presidencia del Gobierno en las elecciones generales de diciembre de 2015, obteniendo los peores resultados del partido en el régimen constitucional del 78. Se vuelve a presentar en junio de 2016, tras el intento fallido de investidura para rebajar los escaños obtenidos, en el Congreso de los Diputados, de los 90 de diciembre de 2015 a los 85 conseguidos siete meses después.

Tras descubrirse las maniobras para conformar una mayoría parlamentaria con separatistas y Unidos Podemos, miembros de su ejecutiva fuerzan su dimisión que, tras rechazar el Comité Federal su propuesta de convocatoria de un Congreso Federal, presenta finalmente como secretario general del PSOE dando así paso a la formación de la comisión gestora que reclamaban sus críticos.
Desde ese momento Pedro Sánchez, como en su día hizo Santiago Carrillo, se convierte en adalid de la unidad de la izquierda . . . radical. De nuevo, las dos almas del partido fundado por Pablo Iglesias Posse libran una batalla ideológica y de poder que puede acabar, el tiempo lo dirá, con una nueva escisión como la que protagonizó Santiago Carrillo en 1936.

martes, 17 de mayo de 2016

Guernica: bombardeo, propaganda y víctimas.

Para aproximarnos a lo sucedido en Guernica, guardando una prudente distancia con la propaganda de los bandos contendientes, no estaría de más recordar que desde el comienzo de las hostilidades los dos bandos habían realizado bombardeos indiscriminados sobre poblaciones. 
Ante la sublevación del Ejército de Marruecos, la fuerza aérea y la Marina de guerra bajo el mando del Gobierno de la República, en los primeros días del conflicto, atacó objetivos civiles en el Protectorado marroquí, con el consiguiente enojo de la población que las autoridades militares supieron aprovechar en su beneficio. Estos ataques continuaron, y tras una serie de bombardeos navales sobre algunas ciudades costeras andaluzas y marroquíes, el periódico "Política", órgano de difusión de Izquierda Republicana (el partido fundado por Azaña), se vanagloriaba de haberlas dejado «inundadas de hierro y fuego».
En los meses siguientes se llevaron a cabo nuevos bombardeos. La aviación del bando nacional sobre Madrid y Cartagena, y la fuerza aérea republicana sobre Salamanca y Burgos. Gracias a la imprecisión y al escaso número de bombas que llevaban los pocos aviones participantes, ninguno de estos ataques puede definirse como devastador. 

En comparación con la Segunda Guerra Mundial hay que señalar que los bandos contendientes en la Guerra Civil no disponían de bombarderos pesados con los que realizar bombardeos estratégicos.
La Luftwaffe carecía tanto de planes como de preparación para realizarlos, como se comprobó posteriormente cuando perdió la batalla de Inglaterra. Además sus primeros aviones ni siquiera eran verdaderos bombarderos, sino aparatos de transporte a los que añadían las bombas que se arrojaban. Y ni Durango, ni Guernica eran objetivos de un bombardeo estratégico, lo que sin embargo sí era Bilbao que apenas resultó afectada. Durango y Guernica fueron bombardeadas porque constituían la retaguardia del frente de Vizcaya.
En el bando republicano quienes sí tenían planes para llevar a cabo bombardeos estratégicos eran los soviéticos, que estaban organizando una gran flota de bombarderos cuatrimotores, que resultaron ser demasiado lentos y obsoletos para la Segunda Guerra Mundial, aunque a Stalin no le pareció necesario enviarlos a España, ya que no tenía mucho sentido utilizarlos en ese conflicto.
Los peores ataques fueron los que la aviación del bando nacional realizó contra Madrid, que ocasionaron cientos de víctimas, aunque la superioridad aérea republicana los limitó a unos ataques nocturnos que pronto llegarían a su fin. Franco canceló cualquier otra incursión aérea contra objetivos exclusivamente civiles, para reducir la pérdida de vidas y la destrucción económica.

Hecha la introducción vayamos sobre la más famosa y publicitada acción bélica de la Guerra Civil española: el bombardeo de Guernica; que fue la mayor destrucción sufrida por cualquier ciudad en la guerra, a excepción de Belchite, asolado por los combates terrestres.
Guernica tenía unos 5.000 habitantes. La mayoría de sus edificios acabaron consumidos por el fuego y la prensa internacional la calificó de atrocidad planeada y sin precedentes, de destrucción deliberada de un pequeño centro civil de gran significado histórico. Esta campaña publicitaria no la iniciaron ni los republicanos ni el Komintern, sino el corresponsal británico George L. Steer, convencido antialemán, que pretendía motivar a su Gobierno a rearmarse contra Alemania. El bombardeo no tardó en convertirse en un grave motivo de vergüenza para el bando nacional, que negó haber tenido responsabilidad afirmando que los incendios habían sido provocados por la FAI-CNT, como ya había hecho al retirarse de otras ciudades anteriormente. La indignación general llegó incluso a irritar a Hitler, quien insistió en que el Gobierno insurgente exonerase a los participantes alemanes de cualquier responsabilidad.
El nombre de Guernica quedaría, en el subconsciente colectivo, como icono del horror con el gran cuadro que Picasso presentó en la Exposición Mundial de París de 1937.

Lo que ocurrió en Guernica apenas puede considerarse único y debe circunscribirse a una cierta autonomía de la Legión Cóndor en los primeros meses de la guerra.
En enero de 1937 se había restringido la fijación de objetivos desde que el general Hugo Sperrle, jefe de la Legión Cóndor, había solicitado el permiso de Franco para llevar a cabo un ataque vengativo contra Bilbao, dado que algunos ciudadanos, enfurecidos, habían golpeado hasta la muerte a un piloto alemán que había tenido que saltar en paracaídas. Franco, sin embargo, quería evitar daños innecesarios en el País Vasco, y esperaba que el PNV se desmarcara de sus aliados revolucionarios. Así el 10 de enero había ordenado al jefe de su fuerza aérea, el general Kindelán, que dejase claro a Sperrle que no iba a haber más ataques aéreos sobre ninguna ciudad sin su aprobación personal; aunque Guernica, estando como estaba tan cerca del frente, pudo haber escapado a esta prohibición. No se ha podido aclarar el nivel de conocimiento y de aprobación en esta operación, aunque parece de sentido común que al menos tuvo que contar con el visto bueno de Mola.
Quedaba establecido que solo los centros militares, o de apoyo estratégico militar, podían ser objetivo de los bombardeos, pero quedaban incluidas las poblaciones próximas a los frentes que servían de apoyo a las operaciones de combate. Es por ello por lo que Durango, importante eje de comunicaciones y transporte, fue bombardeada al principio de la campaña, con el resultado de más de 200 civiles muertos.

Ahora bien, Guernica fue seleccionada como objetivo por el teniente coronel Wolfram von Richtofen (primo del famoso aviador Barón Rojo de la Primera Guerra Mundial), jefe del estado mayor de la Legión Cóndor, y se hizo por varias razones: concentración de tropas, allí había varios batallones de infantería y ubicación de fábricas de armas; además se encontraba cerca del frente (cuando se atacó Guernica el 26 de abril, el frente ya sólo se encontraba a unos diez kilómetros) y conectaba con la principal línea defensiva vasca mediante un puente por el que los defensores podrían retirarse. Richthofen pretendía destruir el cruce principal para bloquear los movimientos de las tropas republicanas. Pero la operación aérea en sí fue inútil, porque no estuvo coordinada con la operación terrestre de Mola. No se sabe cuáles fueron los objetivos precisos especificados en la orden de bombardear Guernica, no obstante el empleo de bombas incendiarias indica que se actuó contra toda la ciudad, no solo contra su puente estratégico.

En los registros alemanes que se conocen aparece que pequeñas oleadas compuestas por bombarderos de tamaño medio (19 Junkers 52, 2 Heinkel 111, 1 Dornier y 3 Savoia-Marchetti italianos) estuvieron atacando la ciudad y su puente, que apenas fue dañado debido al escaso nivel de precisión que se tenía entonces. Cada avión realizó un solo vuelo y se arrojaron 28 toneladas de bombas; una operación poco importante que igualó a la que había tenido lugar en Durango el mes anterior y que ya hemos mencionado.
Adolf Galland fue Comandante de la Aviación de caza alemana, estuvo en España encuadrado en la Legión Cóndor y en sus memorias no se olvida de Gernica. Aunque no participó en la misión, dice textualmente: ". . . el ataque se verificó bajo malas condiciones de visibilidad, con aparatos de puntería primitivos. Al disiparse las columnas de humo de las bombas arrojadas por las escuadrillas se comprobó que el puente (que era el único objetivo) había quedado indemne, pero que en cambio una localidad situada a su lado había sufrido considerables daños, . . . esto era motivo de abatimiento entre las filas de la Legión." 
Guernica, sin embargo, tenía muchas construcciones de madera y las bombas incendiarias (parecidas a las que se hacían en una de sus fábricas) originaron un incendio que se propagó sin obstáculo ya que los bomberos de Bilbao tardaron horas en llegar y cuando lo hicieron no pudieron controlarlo. Además, uno de los siete refugios antiaéreos fue alcanzado por el impacto directo de una de las bombas arrojadas. Sorprendentemente, el fuego no afectó al histórico roble foral.

Aunque el objetivo del ataque era causar todo el daño posible, no hay evidencias de que se tratase de un bombardeo experimental o con objetivos políticos. Su pretensión era cortar la retirada con una operación bastante usual. Incluso, en un principio, la prensa bilbaína no se hizo eco de las exageraciones aparecidas en la prensa internacional, que recogía una especie de bombardeo de terror sobre una población civil, sin objetivo militar alguno, que ocasionó un número de muertos que se multiplicó sin fundamento. De este modo Guernica se convirtió en el estandarte de una formidable campaña para los republicanos y la Internacional Socialista, que ya había comprendido que los bombardeos aéreos eran el arma más eficaz de agitación y propaganda contra el enemigo.
Servido el escándalo, el bando nacional se equivocó negándose a admitir lo sucedido. Abochornados intentaron eludir toda responsabilidad, negaron incluso que el bombardeo se hubiera producido, afirmando que los incendios habían sido provocados por los anarquistas que en su retirada habían hecho lo mismo que en Irún en septiembre de 1936. Y el intento de encubrimiento fue perjudicial. Como vimos Hitler se irritó ante el escándalo e insistió, a Franco, en que la Legión Cóndor debía ser exculpada de toda responsabilidad. 
Pero Franco se mantuvo en su posición y ordenó a Kindelán que le enviara al comandante Richtofen el siguiente mensaje:
"Por indicación del Generalísimo participo a V. E. que no deberá ser bombardeada ninguna población abierta y sin tropas o industrias militares sin orden expresa del Generalísimo o del General Jefe del Aire. Quedan exceptuados naturalmente los objetivos tácticos inmediatos del campo de batalla."

Tras los acontecimientos de Guernica, los únicos ataques a zonas residenciales fueron los tres sobre Barcelona en 1938, protagonizados por aviones italianos a las órdenes directas de Mussolini. Esta fue la única ocasión en la que, para enfado de Franco, el Duce intervino personalmente en el curso de las operaciones que sus "voluntarios" desarrollaban en España.
Con la experiencia adquirida con la Legión Cóndor, la Luftwaffe aprendió cómo mejorar sus técnicas de combate, como también lo hizo la aviación soviética, aunque durante el conflicto no se produjo ningún bombardeo estratégico que mereciese tal denominación. Se bombardearon algunas ciudades, pero siempre a pequeña escala, nada comparable a lo que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial. En España un ataque grande suponía un centenar de víctimas mortales. Nada que ver con las masacres que tendrían lugar en Europa pocos años después

Los estudios de Salas Larrazabal concluyen que Guernica tenía interés militar. Aunque la propaganda de izquierdas ha insistido en que se trataba de una población indefensa y carente de dicho interés, lo cierto es que la villa lo tenía porque era un nudo de comunicaciones, por su fábrica de armas y cuarteles, y porque su toma inmediata habría permitido pinzar a unidades del Ejército republicano; lo que habría precipitado el final de la campaña en Vizcaya.
El historiador español contradice las informaciones periodísticas de Hemingway, Orwell, Saint-Exupéry, o John Dos Passos que no dudaron en reproducir informaciones imposibles, sin contrastar, como los ametrallamientos sobre civiles, la supuesta duración de tres horas o la destrucción de la mitad de los edificios. 
Según el historiador británico Herberth Southworth, el ataque aéreo no pudo durar tres horas, según indica la propaganda republicana, puesto que los aviones que intervinieron no tenían tanta autonomía de vuelo.

El titular que The New York Times daba sobre el bombardeo rezaba así: "Histórica ciudad vasca destruida, aviones rebeldes ametrallan a civiles". Algo imposible porque las calles de Guernica no tenían ni la anchura ni la longitud necesarias para ello.

Algunos estudiosos del bombardeo de Guernica, como Paul Preston, han usado los documentos que la propaganda puso en circulación. Uno de ellos cuenta que era día de mercado, que se bombardeó el recinto, aunque este apenas sufrió daños y que el bombardeo se produjo más de dos horas después del cierre de los puestos.

La asociación local Gernikazarra Historia Taldea, fundada en 1985, se ha dedicado a documentar el bombardeo y en 2012 sus miembros declararon que situaban el número de fallecidos en 153.

Aunque quizá guste más la versión del Gobierno Bolivariano de Venezuela, que es un copia y pega muy extendido por la red y cuyo parecido con la realidad es pura coincidencia: