viernes, 2 de diciembre de 2016

Pedro Sánchez, Santiago Carrillo. ¿Vidas paralelas?

Cuando Pablo Iglesias Posse el día 2 de mayo de 1879, a sus 28 años, funda el PSOE, junto con un grupo de internacionalistas expulsados por los bakuninistas de la Federación Española de la Internacional, no podía imaginar que su criatura tendría dos almas que pondrían a prueba la unidad del partido dese el inicio de su andadura. ¿Marxismo o social democracia? ¿Izquierda radical o moderada?
El programa defendido por Iglesias se plasma en un texto con un acentuado dogmatismo marxista en lo que se refiere al análisis de la sociedad, que procedía directamente de los escritos de Karl Marx y de Jules Guesde (articulista del periódico L’Égalité a través del cual difundió las ideas marxistas en Francia), pero que tenía escaso acomodo con la realidad española, en la que el proletariado era minúsculo y la burguesía muy reducida; entre los dos no llegarían ni siquiera a la décima parte de la sociedad.
Curiosamente, el Partido Socialista surgió en sus comienzos sin la "E" de español, ya que al marxismo no le agradaba la idea de nación porque su cosmovisión era la de una sociedad dividida únicamente en esas dos clases supuestamente antagónicas, la burguesía y el proletariado. Cómo ha cambiado el cuento con Pedro Sánchez que ve no una sino varias naciones. Pero, sobre eso trataremos más adelante.

La ambigüedad no era uno de sus vicios en los primeros años del PSOE.
Cuando Pablo Iglesias subió por vez primera a la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados el 7 de julio de 1910, su intervención demostró su talante revolucionario y antidemocrático, llegando a amenazar de muerte a Antonio Maura, líder conservador:
«El partido al que yo represento aspira a concluir con los antagonismos sociales, a establecer la solidaridad humana, y esta aspiración lleva consigo la supresión de la Magistratura, la supresión de la Iglesia, la supresión del Ejército, y la supresión de otras Instituciones necesarias para ese régimen de insolidaridad y antagonismo».
«El partido socialista viene a buscar aquí lo que de utilidad puede hallar, pero la totalidad de su ideal no está aquí; la totalidad entiende que ha de obtenerse de otro modo. Es decir, que este partido… estará en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita . . . ».
«Tal ha sido la indignación producida por la política del Gobierno presidido por el Sr. Maura en los elementos proletarios, que nosotros . . . hemos llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría suba al poder debemos llegar hasta el atentado personal».

El espacio político marxista estaba perfectamente ocupado y guardado por el incipiente partido socialista. Poco margen y utilidad quedaba para una formación comunista nominal. Hasta que, en octubre de 1917, los soviéticos se hicieron con el poder en Rusia. Y los revolucionarios españoles se revolucionaron algo más todavía.
Cuando las potencias del bando aliado, de la IGM, intervinieron apoyando a los blancos frente a los rojos en Rusia, y Francia solicitó a España su colaboración, la respuesta de los revolucionarios patrios fue el hermanamiento con los soviets. De este modo, en diciembre de 1919, el II Congreso de la Confederación Nacional del Trabajo determinó que los obreros de las fabricas de armas y municiones debían negarse a fabricar materiales destinados a la lucha contra el Ejército Rojo y se conjuró para convocar la huelga general y torcer el brazo al Gobierno, en el caso de que este tratase de enviar tropas a Rusia atendiendo el requerimiento francés.

También el PSOE, en su Conferencia de la primavera de 1919, se pronunció contra cualquier modo de intervención en Rusia . . . y por la huelga general en el caso de que la hubiera. Y, para no ser menos, el Congreso Agrario de la UGT de Andalucía y Extremadura acordó, en 1920, expresar «su simpatía a la República Rusa de los Soviets y exigir su reconocimiento por el Gobierno español».
Todos los revolucionarios de España, prietas las filas y como un solo camarada, montaban guardia para defender al joven País Soviético, paradigma del progreso y adelanto en la tierra de las maravillas del cielo. Pero esta complicidad en la defensa de la incipiente aventura soviética trajo a la postre las primeras fisuras en el partido del Sr. Iglesias Posse, quien soportaría con disgusto que el primer secretario general de la UGT, sindicato creado por los socialistas en 1888, Antonio García Quejido, más tarde fuera fundador del Partido Comunista de España y uno de sus primeros secretarios generales.

Causa de males y banco de pruebas de las dos almas del PSOE fue la creación de la III Internacional Comunista, en marzo de 1919, donde se alzaron victoriosas las tesis del marxismo-leninismo sobre las del reformismo. En el partido socialista, y de manera especial en sus juventudes, se produjo cierto movimiento de adhesión a la Internacional Comunista. Ya cuando se constituyó en Madrid un Comité Nacional de los Partidarios de la III Internacional participaron líderes socialistas. Y el 15 de abril de 1920, en la Casa del Pueblo de Madrid, en uno de esos famosos golpes de timón, que para algunos gustos son demasiado frecuentes en la organización, se reunió en Asamblea Nacional, con un solo punto en el orden del día: Necesidad de transformar la Juventud Socialista en Partido Comunista.

Pocos meses después en un congreso extraordinario del PSOE, reunido en julio de 1920, se lió la parda. La mayoría se pronunció por el ingreso en la III Internacional y por el envío a Moscú de dos delegados, al objeto de entrevistarse con el Comité Ejecutivo de esa Internacional Comunista. Pero la nueva ejecutiva, que no era tan radical como sus bases, supo desvirtuar la resolución del Congreso, condicionándola de tal forma que, de hecho, anulaba su valor. Pero la simpatía de las llamadas masas socialistas hacia la Revolución de Octubre era tan grande y tan patente su disgusto por el resultado del Congreso, que el PSOE tuvo que publicar un manifiesto firmado por Pablo Iglesias y demás prebostes de la nueva ejecutiva, con este texto:
«No estamos conformes con las condiciones que impone la Tercera Internacional de Moscú; pero afirmamos hoy, como lo hicimos desde el primer día de la revolución rusa, que estamos, sí, plenamente identificados con aquella revolución; con ella principia la era del desmoronamiento capitalista y la de las realizaciones socialistas; por ella, por su esfuerzo y gracias a su sacrificio, los demás pueblos recogerán beneficios que se han de traducir en una renovación de sus instituciones sociales; con la revolución rusa estamos y a nuestro Partido le decimos, como siempre, que nos consideramos obligados a su defensa.»

Pablo Iglesias quedó tocado a raíz de la escisión que sufrió el PSOE, en 1921, cuando se opuso al ingreso en la III Internacional fundada por Lenin. Los dos delegados que fueron a Moscú para entrevistarse con los mandamases soviéticos fueron Fernando de los Ríos y Daniel Anguiano. De los Ríos se escandaliza ante la frase que le dice el propio Lenin en una entrevista: “Libertad, ¿para qué?”. Se decide, con el apoyo de Iglesias, la adopción de la línea socialdemócrata del SPD alemán en contra de la III Internacional. Pero Anguiano, García Quejido (el que fuera mandamás de la UGT) y otros líderes hacen las maletas y eligen el comunismo como compañero de viaje.

Santiago Carrillo nace en Gijón en 1915, su padre Wenceslao Carrillo era militante de la UGT y del PSOE. Así que, siendo todavía un adolescente, se afilia a las juventudes socialistas poco antes de la llegada de la República. En el 1934 alcanza la secretaría general de la organización juvenil y participa en la revolución de Asturias y en la imaginaria República Socialista de Asturias, rebelión que le llevaría a la cárcel cuando la revolución fue sofocada. Es liberado con el triunfo del Frente Popular, momento en el que se encargaría de encabezar el proceso de unificación de las juventudes, cuyo alumbramiento pasamos a relatar con la brevedad que se puede.

La izquierda socialista no era homogénea y menos aun después de la experiencia del Octubre Rojo. La parte más organizada y revoltosa del PSOE era su sección juvenil, dirigida por Santiago Carrillo, José Cazorla, Federico Melchor y otros camaradas. Las Juventudes Socialistas se habían radicalizado sobre todo después del Octubre, rompiendo con la II Internacional y con la Internacional Juvenil Socialista, asumiendo el Programa de la Internacional Comunista, y declarando que su objetivo era luchar por la dictadura del proletariado en España, muy democráticos ellos, y en el mundo mundial. En 1935, la Juventud Socialista, estaba ya más cerca del Partido Comunista que del Partido Socialista; e hizo todo lo que el buen revolucionario debe para transformarlo desde dentro: luchar por la «bolchevización» del Partido Socialista Obrero Español. Y como el amable lector puede suponer, luchar no es convencer sino vencer.

Cuando los radicales comprobaron que el PSOE no se bolchevizaba adecuadamente unificaron la Juventud Socialista y la Juventud Comunista en una sola organización, lo que tuvo lugar el primero de abril de 1936, el alumbramiento de la Juventud Socialista Unificada. La nueva entidad juvenil encabezada por Santiago Carrillo (secretario general), Trifón Medrano, Fernando Claudín y otros santos varones, proclamó que su objetivo era organizar y educar a la joven generación «en el espíritu de los principios del «marxismo-leninismo». La segunda realización unitaria fue la creación del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), que tuvo lugar el 23 de julio de 1936, como resultado de la fusión de cuatro partidos obreros: el Partido Comunista de Cataluña, la Sección Catalana del PSOE, la Unión Socialista y el Partido Proletario. Al constituirse, el PSUC dio su adhesión a la Internacional Comunista.

El Partido Comunista de España, dirigido desde Moscú, contribuyó con todas sus fuerzas a la creación de la JSU y del PSUC. En ningún otro lugar de Europa la política marcada por el VII Congreso de la Internacional Comunista se había plasmado en logros tan deseados como la creación del Partido Socialista Unificado de Cataluña y de la Juventud Socialista Unificada. Con estos éxitos el PCE dejará de ser un partido minoritario, al lograr absorber unas colosales Juventudes que, dicen, contaban con 100.000 afiliados en unos momentos en los que el PCE no pasaba de los 30.000. Después de este salto cuantitativo fue más fácil que la añorada unión de las fuerzas antifascistas, entendiendo como fascista a todo aquel que no comulgue con sus ruedas de molino, que aparece en el manual del buen comunista, se concretase en la creación del Frente Popular, estanque soñado por la internacional dirigida por Stalin desde el paraíso democrático popular de la dictadura del proletariado (avisado queda el lector de que si encuentra incongruencia en esto puede ser tildado de fascista).

Los podemitas de entonces trazaron el camino a los izquierdistas de hoy. Del mismo modo que entonces se descalificaba a los Iglesias, Prieto, Caballero, Besteiro, De los Ríos . . . etc., de burgueses, golpistas, vendidos a la oligarquía, monárquicos, fascistas o reaccionarios, se ha podido comprobar, recientemente, que una decisión del órgano de gobierno del PSOE ha conmocionado a "las bases" del interior azuzadas desde el exterior.

Pedro Sánchez Pérez-Castejón nació en Madrid en 1972. Hijo de militante socialista, como Carrillo, también se afilió joven, con 21 años, al partido. Y, simile modo, su vida profesional ha estado estrechamente vinculada a su actividad política. Con motivo de la dimisión, como secretario general del PSOE, de Pérez Rubalcaba le sustituyó en el cargo después de haber ganado las primarias en julio de 2014.
Tras su designación tuvo que afrontar el reto de recuperar la confianza de los antiguos votantes del PSOE que se decantaron, en las elecciones europeas de mayo de 2014, por el nuevo partido Podemos.

Concurre como candidato a la Presidencia del Gobierno en las elecciones generales de diciembre de 2015, obteniendo los peores resultados del partido en el régimen constitucional del 78. Se vuelve a presentar en junio de 2016, tras el intento fallido de investidura para rebajar los escaños obtenidos, en el Congreso de los Diputados, de los 90 de diciembre de 2015 a los 85 conseguidos siete meses después.

Tras descubrirse las maniobras para conformar una mayoría parlamentaria con separatistas y Unidos Podemos, miembros de su ejecutiva fuerzan su dimisión que, tras rechazar el Comité Federal su propuesta de convocatoria de un Congreso Federal, presenta finalmente como secretario general del PSOE dando así paso a la formación de la comisión gestora que reclamaban sus críticos.
Desde ese momento Pedro Sánchez, como en su día hizo Santiago Carrillo, se convierte en adalid de la unidad de la izquierda . . . radical. De nuevo, las dos almas del partido fundado por Pablo Iglesias Posse libran una batalla ideológica y de poder que puede acabar, el tiempo lo dirá, con una nueva escisión como la que protagonizó Santiago Carrillo en 1936.

3 comentarios:

  1. Hay cierto paralelismo, es cierto. Pero también grandes diferencias históricas: la que separa los convulsos años treinta de la República, años de violencia y revolución con los actuales del siglo XXI de Iphone, internet y guerra de tronos; la que separan a Santiago Carrillo, dispuesto a todo, incluso al asesinato para conseguir sus fines revolucionarios, de un blandi-bú como Pedro NoNo que aspira a su colocación personal. Quizás veo más paralelismos entre Santiago Carrillo y Pablo Iglesias: el fin justifica los medios, son serpientes cargadas de veneno que reptaron y reptan por la política española con el único objetivo de establecer una revolución tiránica por la que estarían dispuestos a cualquier cosa. Pedro no es más que un tonto útil, un efebo engreído, pagado de sí mismo. Santiago y Pablo son o demo en persona.

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  2. El hecho histórico que se pretende reflejar es la dualidad ideológica que acompaña al PSOE desde su fundación hasta nuestros días. Y la posibilidad de que Pedro Sánchez acabe cogiendo el camino de la izquierda, más radical, que Carrillo tomó en su día.

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  3. Comparto el análisis de José M.ª Martín. Quizás halla más semejanza entre Santiago Carrillo y el podemita Pablo Iglesias. Dos personajes siniestros, uno persiguió y otro persigue “imponer” bajo cualquier circunstancia y medios posibles, su ideología y sus postulados que solo trajeron y traerían pobreza, miseria y una fuerte y dañina división en nuestra sociedad, acompañado de un peligroso odio revanchista. Minoría radical, que para conseguir sus fines e imposiciones, se sirven de nuestro sistema democrático -alcanzado con dialogo y consensos en 1978-, el cual ponen permanentemente en cuestión y dudan de su legitimidad. Pedro Sánchez -el viajero-, no es más que un “socialista revolucionario”, nacido del marketing político, que se aprovechó de las debilidades del PSOE heredado del tándem Zapatero-Rubalcaba, con grandes dosis de egocentrismo y que es capaz de aliarse con el mismo demonio -Podemos-, tragando con cualquier cosa, con tal de poder seguir subido al machito. Una buena lección de historia que sí recoge ese paralelismo político, esa similitud entre Carrillo y Sánchez, que definiría con una palabra, “REVOLUCIONARIOS”. Por último Pedro Sánchez hace tiempo que tomó el camino de la izquierda radical. Ahora solo queda por ver si seguirá en el, cómo y dónde.

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