El
desconocimiento de la historia está penado con la repetición de los
errores cometidos en el pasado.
En
la antigüedad, el imperio persa no se conformó con el dominio del
Medio Oriente y se estrelló contra Occidente en Maratón y Salamina,
primero, y en Las Termópilas y Platea después. El choque de dos
culturas, dos formas de entender la vida, la economía y la política.
Los descendientes de Ciro "el Grande" -hijo de Cambises, de
la casa de los Aqueménidas-, Darío I y su hijo Jerjes I, acecharon
la Hélade y se toparon con Atenas y Esparta liderando a los griegos.
Súbditos de Oriente contra ciudadanos libres de Occidente. Resultado
3-1 a favor de Occidente (en las Termópilas, único gol de Persia,
de penalti pitado por Efialtes en el último minuto).
Poco
después, agotadas las fuerzas tras la guerra del Peloponeso con la
caída de Atenas, el auge de Esparta y la inesperada victoria de
Tebas . . . surge la potencia del norte. Macedonia despunta con
Filipo que une a los bravos señores de la montaña en un ejército
formidable. Su hijo Alejandro se lo demostrará a Darío III en sus
tierras y en sus carnes. Después de la batallas del río Gránico,
Issos y Gaugamela se acabó Persia. Resultado 3-0 a favor de
Occidente.
El
imperio romano se las tuvo con los nuevos señores de Oriente: los
partos arsácidas. El fracaso de Marco Licinio Craso no pudo ser
reparado por Cayo Julio César; los idus de marzo se interpusieron en
su camino mientras preparaba la campaña parta. De no ser por eso
quizá se habría acabado el enfrentamiento entre civilizaciones con
la romanización del Medio Oriente; pero no fue así, porque el más
grande hombre que dio Roma cayó asesinado a los pies de la estatua
de Pompeyo y, de premio, tres siglos de enfrentamientos entre Roma y
Partia en Siria, Armenia, Mesopotamia, Capadocia, Galacia, Anatolia,
Babilonia, Seleucia, Arabia, Judea . . . Lo que hoy son: Irán, Iraq,
Turquía, Armenia, Georgia, Azerbayán, Turkmenistán, Afganistán,
Tayikistán, Paquistán, Siria, Líbano, Jordania, Palestina, Israel,
Kuwait y la parte del golfo pérsico de Arabia Saudí. Resultado
10-10. Tablas entre Oriente y Occidente y agotamiento de los dos
contendientes.
Caído
el imperio romano de Occidente y con la llegada de los sasánidas
resurge el segundo imperio persa que mide sus fuerzas con el imperio
romano de Oriente. De nuevo tablas después de siglos de conflicto.
¿Guerras
de religión en estos enfrentamientos? ¿Zeus y Ares contra Ahura
Mazda y Mitrha? ¿O los devotos de Júpiter y Marte contra los
seguidores de Zoroastro?
Yo
no lo creo. ¿Y después?
Hasta
el 380 el cristianismo no se convirtió en la religión oficial.
Desde el edicto de Milán de 313 los cristianos dejan de ser
perseguidos y el cristianismo se extiende por todos los territorios
en Occidente y en Oriente. Mientras que el imperio romano de
Occidente llega a su fin en el año 476 -cuando Odoacro destituye al
joven emperador Rómulo Augusto y asume el gobierno de Italia-
Bizancio, el imperio romano de Oriente, asume en solitario el peso
del enfrentamiento con el segundo imperio persa. Tampoco aquí hubo
un ganador y siguió el empate en el marcador.
Pero
he aquí que en 622 en "la ciudad del profeta", que es lo
que significa Medina, Mahoma funda su Teocracia, su Estado Islámico,
que se irá expandiendo a costa de los imperios persa y bizantino. Su
sometimiento es implacable, en veinte años los territorios que posee
se extienden desde Persia y Pakistán hasta la actual Libia,
igualando a los mayores imperios de la Antigüedad. En 638 cae
Jerusalén. Le siguieron Alejandría, continuaron hacia Trípoli y de
aquí a Cartago, que cayó en 698. Y los soldados de Alá llegaron a
Ceuta. La antigua provincia romana de África y su floreciente
comunidad cristiana quedó bajo el poder del Islam, que no tardaría
en asentar sus reales en la Hispania visigoda. Resultado: Victoria
por goleada de Oriente contra Occidente.
Nos
encontramos con que un nuevo instrumento, la guerra santa se encarga
de desalojar a Occidente de los inmensos territorios adquiridos por
griegos, macedonios y romanos, y con que en 711, Guadalete de por
medio, penetra en el continente europeo hasta Poitiers, en 732, donde
son derrotados por los francos.
Algunos
historiadores consideran la reconquista de España como la primera
cruzada. Desde Covadonga, año 722, hasta la conquista de Granada, en
1492, pasan casi 800 años en los que Occidente vuelve a ganar el
partido a Oriente.
Aprovechando la debilidad musulmana tras el fin del Califato y la disgregación de los Reinos de Taifas, se supera la Cordillera Central ocupando la cuenca del Tajo y Toledo se reconquista en 1085.
Aprovechando la debilidad musulmana tras el fin del Califato y la disgregación de los Reinos de Taifas, se supera la Cordillera Central ocupando la cuenca del Tajo y Toledo se reconquista en 1085.
Pero
llegaron los turcos.
Los
encontramos en el este del mar Caspio donde habitaban los nuevos
actores, los uguz o turcomanos. El grupo selyúcida se separó de los
uguz en el año 950 y se desplazó hacia el sur y el oeste. El califa
abasí de Bagdad les pidió ayuda contra los fatimitas de Egipto y
los bullidas de Persia, y los selyúcidas se la prestaron. Dirigidos
por Tugril
Bel invadieron Persia y hacia el año 1055 ya habían ocupado Bagdad.
El califa abasí nombró a Tugril sultán bajo sus órdenes, sin
embargo lo que había conseguido era entregar el Imperio abasí a los
selyúcidas. De esta forma pasaron de ser una simple tribu nómada a
dueños y señores del mundo islámico.
Ante
las circunstancias no es sorprendente la unión de los reinos
cristianos bajo la guía del Papa para luchar contra el Islam y
recuperar los territorios que habían sido parte del Imperio romano o
de su sucesor el Imperio Bizantino -Siria, Egipto, África del Norte,
Hispania, Chipre- y sobre todo Jerusalén y Palestina, lugares
sagrados donde Jesucristo y sus apóstoles habían vivido. Estamos en
1095 y esto es la primera cruzada; a la que siguieron siete más y
doscientos y pico años de contiendas.
"Algunos
dicen que cuando los señores de Egipto vieron la expansión del
imperio selyúcida, se asustaron y pidieron a los frany que marcharan
sobre Siria y establecieran un tapón entre ellos y los musulmanes.
Solo Dios sabe la verdad."
Esta
explicación dada por Ibn al-Atir sobre el origen de la invasión
franca nos muestra la división existente en el mundo islámico entre
los sunníes, que dicen pertenecer al califato abasida de Bagdad, y
los chiitas, que se identifican con el califato fatimita de El Cairo.
El cisma, que procede de un conflicto en el seno de la familia del
Profeta, no ha dejado nunca de provocar luchas encarnizadas. Incluso
a los hombres de Estado como Saladino, la lucha contra los chiitas
les parecerá por lo menos tan importante como la guerra contra los
frany. A los «herejes» los acusan regularmente de todos los males
que padece el Islam, y no es sorprendente que se les atribuya la
propia invasión franca. Dicho esto, si bien es totalmente imaginario
que los fatimitas llamaran a los frany, la alegría de los dirigentes
de El Cairo con la llegada de los primeros cruzados sí que es real.
Los
ayubíes fueron la dinastía fundada por Saladino en 1169, que
gobernó en Egipto, Palestina y Siria. Con la llegada de los
séptimos cruzados (1248-1254), el pueblo musulmán, que estaba
cansado de los últimos sultanes ayubíes por su indecisión e
ineficacia en el enfrentamiento con los invasores europeos, se echa
en los brazos de los Mamelucos; soldados esclavos convertidos al
Islam y que constituyeron un sultanato en Egipto y regiones vecinas
entre 1250 y 1517. De origen no musulmán provenientes del sur de
Rusia y del Cáucaso se constituyeron en una milicia que fue
organizada por el sultán ayubí as-Salih Ayub (1240-1249).
Expertos
combatientes y dotados de un valor extraordinario, estos soldados del
Islam frenaron el avance de los mongoles de Hulagú y de Ghazán, y
lograron reconquistar Siria y Palestina a los cruzados; erradicando
definitivamente esa amenaza occidental.
Dice
el medievalista británico Steven Runciman: «La victoria mameluca
salvó al Islam de la amenaza más peligrosa con que se había
enfrentado nunca. Si los mongoles hubieran penetrado en Egipto no
habría quedado ningún Estado musulmán importante en el mundo al
este de Marruecos.»
Tras
el ataque mongol en 1243 sobreviven pequeñas regiones autónomas,
entre ellas, el sultanato de Rüm en Anatolia. De aquí sale Utmán
I, también conocido como Osmán, fundador del imperio otomano que
con Solimán el Magnífico (1495-1566) alcanzó su máximo
esplendor. La gloria del Imperio otomano se inició con la toma de
Constantinopla por Mehmet II en 1452 y culminó cuando Solimán el
Magnífico logró apoderarse de Hungría en 1526.
La
intervención turca en la rebelión de los
moriscos de las Alpujarras,
y su clara amenaza sobre la cuenca occidental del Mediterráneo
después de ocupar Túnez, presagiaba una amenaza directa contra
España y el resto de Europa. Los paramos en Lepanto en 1571, después
de que tomasen Chipre. Don Juan de Austria arenga a los españoles:
"Hijos,
a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis
ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía ¿Dónde
está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre, porque muertos o
victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad".
Y
ciento y pico años después, en 1683, llegan a las puertas de Viena.
En 1696, Rusia toma Azov, comenzando la larga serie de guerras
ruso-turcas. En 1783 los rusos anexionan Crimea. El Imperio Otomano
va perdiendo dimensión, combate junto a los alemanes en la I Guerra
Mundial y en 1923 se transforma en la República Turca.
Después
de la II Guerra Mundial y con motivo del holocausto judío, a manos
del nacional socialismo, la solución final consiste en la irrupción
de un nuevo actor: el Estado de Israel en tierras de Palestina
El
mundo árabe, fascinado y a la vez espantado por el "peligro
rubio" al que, in illo témpore ha vencido, pero que, con el
paso de los siglos, ha conseguido dominar la tierra, no es capaz de
digerir las cruzadas como un episodio del pasado que ya no volverá.
Causa sorpresa ver hasta qué punto la actitud de los árabes, y de
los musulmanes en general, respecto a Occidente sigue bajo la
influencia de unos enfrentamientos acaecidos hace siete siglos.
Hoy
en día los responsables religiosos y políticos del mundo árabe se
remiten con frecuencia a Saladino, a la caída y toma de Jerusalén.
Se equipara a Israel, tanto de forma popular como en algunos
discursos oficiales, a un nuevo Estado de cruzados. Al presidente
Nasser, en sus días de gloria, lo comparaban con Saladino que, como
él, había reunido Siria y Egipto. Incluso la expedición de Suez de
1956 se vivió, al igual que la de 1191, como una cruzada dirigida
por franceses e ingleses.
En
el Islam aflora un sentimiento de persecución que adquiere, en los
fanáticos, la forma de una peligrosa obsesión. ¿Acaso no vimos al
turco Ali Agka disparar al papa el 13 de mayo de 1981 tras haber
explicado en una carta: He decidido matar a Juan Pablo II, comandante
supremo de los cruzados?
El
Medio Oriente, envuelto en el fundamentalismo, sigue viendo en
Occidente un enemigo secular; coincidiendo con no pocos ciudadanos
occidentales, que desconocedores de su historia, parecen dispuestos a
abrazar cualquier cosa, aunque sea su propia ruina.